“Un hombre que no se alimenta de sus sueños envejece pronto”.
William Shakespeare (1564-1616) Escritor británico.
Ah, si supieras de mis sueños,
si pudiera yo contártelos sin ruborizarme.
Después de todo hay algunos que son dulces,
suaves, como aquel de caminar por la campiña
tomados de la mano y mirar tus ojos, tu sonrisa,
volar entre lluvias de nubes estalladas…
O el que me transporta al lago azul-verdoso
con tu imagen reflejada en las aguas cristalinas
junto a las níveas montañas temblorosas.
O quizás ese en que te veo en el piano
donde nacen los secretos de la niebla
y son musicales las brisas del jardín
y danzan por doquier las mariposas
en el tapiz multicolor de primavera.
Hay otros, claro que los hay,
si pudiera yo contártelos sin ruborizarme.
Vuela mi ensoñación en el claro de la luna,
y desde el alto manto de teas encendidas,
-entre tu estrella y la mía-,
llega hasta mí tu mirada enternecida,
llegas tú, con la suavidad de la espuma
dejada por el mar en cada ola…
hasta su rumor es melodía
y cantan los pájaros nocturnos.
Ah, si supieras de mis sueños.
Mis sueños a veces son el blanco de tus manos,
y otras el rubor que acaricia tu semblante,
hasta asemejar un atardecer de rosa,
cuando el sol se despide lentamente
y se caen en ti todos mis besos.
Otras veces son sábanas revueltas,
desenfreno, amor, pasión, lujuria…
tapando ciegamente tu boca con mi boca
para encerrar toda angustia, toda pena…
y esa tibieza de tu piel junto a la mía…
entonces oigo un canto de sirenas,
una brisa ciñendo caracolas,
un suspiro que amarra alma y corazones.
¡Ah, si supieras que en todos esos sueños
sólo vos y yo navegamos los espacios!
Todos los derechos reservados por Ruben Maldonado.
(Publicado el 29-09-2010)