Vienes, a decirme que esto se acabo
como es tirado un trapo viejo a la basura;
Aquellos fantasiosos juramentos de locura
se asombran de este cambio repentino.
Audaz muerte lenta, sin compasión,
que destroza por dentro los vitales signos,
arrancan de momento los sentimientos,
y la única razón de seguir viviendo.
¡Si fuera más fácil tener que dejarte!
¡Si fuera más fuerte y no quererte!
No sufriría por este cariño clavado,
ni por tantos constantes recuerdos.
Vienes, pálido, desolado, sin calor
como una flor desprotegida en el invierno;
Aquellas palabras tiernas que me decías,
se borran con el paso del tiempo, sin temor.
No podré alejarme de ti si ya no estás,
caigo en un abismo obscuro de sombras
que nublan mi mente con inquietudes,
del por qué ya no más… me necesitas.
Me invade un absurdo remordimiento:
¿Qué hice mal? ¿Qué es lo que me falta?
Quizá en este tiempo no dí lo suficiente,
y no supe como darte todo lo que tengo.
Vienes, callado, ausente, sin amor
como el día triste cuando el sol se oculta;
Aquellas noches tibias sobre mi cama,
se dispersan en tu presencia, sin color.
Mirándome, aniquilas mis deseos,
te alejas de lo que pudo ser eterno;
yacen las ruinas de nuestros días buenos
cuando reíamos juntos, sin restricción.
Virtudes que despiertan mi alma rota
lentamente ahogada en melancolías,
describen en silencios que no te siga,
porque referente a mi, ya nada importa.
Vienes, decidido, firme, sin dolor
como un gladiador al acecho del león;
Aquellas caricias apasionadas decaen,
se esfuman de tu lado, sin valor.
Estrellas fugaces validan mis sueños
notas de lo que me gustaría decir escribo,
y por sí decides regresar mis ilusiones guardo
para que la felicidad me llene de nuevo.
Algún instante: ¡Se me ocurre de repente!
Tal vez vuelvas a mis brazos arrepentido,
y así de nuevo nazca el fruto de los besos infinitos
que desbordará la dulce pasión en nuestro nido.