El tiempo corre deprisa, lo sabemos.
Pero hay etapas que parece que se para. Nada se resuelve, todo son esperas.
Mes tras mes ¡y nada! Todo igual, menos lo que no debía pasar, cosas que nos fastidian, ir al dentista, hacer un examen que ha mandado el médico. Llamadas de teléfono que nos obligan a pasar tiempo inútil.
Una uña enclavada, un dolor en cualquier sitio.
Noches con malo dormir, limpiar y volver a hacerlo, en casa. Querer algo que está agotado.
Gastar las suelas andando sin conseguir ir a parte ninguna.
Una quemadura en una pota caliente, coger un jersey e cayeren dos o tres. Planchar y al terminar, tener otro montón de ropa.
Ir a la peluquería, e al salir quedar con la cabeza toda mojada e despeinada, por la lluvia y el viento.
Estirar el dinero pensar que ahorramos e venir una cuenta del arreglo de algo que se estropea.
Planear lo que tenemos que hacer y al final nada se hace como lo pensamos.
Pero lo que queríamos solucionar, nada. Ahí sí, que pasa el tiempo rápido. Pensamos, mañana ya vendrá una contestación a mis preguntas, ni mañana ni pasado ni nunca. Corriendo se anda, verdad, pero no merece la pena, no hay llave que abra puertas cerradas, solo los que está por dentro lo pueden hacer y están durmiendo. Nos ahogamos en papeles, que no sirven para nada, son basura. A quien le gusta andar rápido, poner todo en su sitio, no tener cosas pendientes es un martirio.
Enfadada, con el mundo, con las personas ando y mucho, los demás no sé cómo se sienten, quizá estén detrás de las puertas durmiendo.
Quería impulsar el mundo hacía adelante, poner toda la gente a trabajar, parar con las reuniones, que se repiten una tras otra y no resuelven nada, quería poder vivir como se debe. Cosa tan fáciles que las complican. Rápido solo que conozca son los papeles con fecha para pagar por todo al estado.
Total, no merece la pena levantarse temprano, ¡si están todos durmiendo!
Lo malo es que no tengo sueño, quiero hacer rendir mi tiempo, llegar al final del día con algo concreto hecho.
El tiempo deprisa corre, más si estamos durmiendo, sin hacer nada para cambiar este, letargo en que nos transformamos de calamidad y desesperanza.
Así, más un día, inquieta, espero que algo pase de bueno en mi vida, que tenga una buena noticia, que algo ya he solucionado.
Con una restea de esperanza, iré pasando las horas, con uñas enclavadas, con dentistas, o quemaduras.
¿Es la vida? No. Es el hombre que tiene la culpa por no estar despierto y sin pereza para ayudar a solucionar nuestras dificultades.
Oporto, 16 de Diciembre de 2012.
Carminha Nieves