Sara (Bar literario)

El país de las maravillas

Irreparable, se pierde el sentido,

en el movimiento reflejo de cerrar los párpados;

la vida se suspende en nuestros músculos

que duermen las hipótesis, microcosmos de belleza.

 

La hipótesis de existir en la sombra de un sueño;

una gaita resopla los paralelismos de instrumentos

rezuma el jazz, un póster ultravioleta

cae en el neón de un acuífero,

cisnes caen de bruces, su arrogancia, los congela.

 

No hay coherencia, no la busques, no la necesitamos

para dejarnos amontonados en la absorbencia de un algodón

líquido terrestre, carbono fugado de su impermeable consistencia.

 

No puedo hablar del dolor,

soy un punto yuxtapuesto a mi primigenia secuencia

si las muñecas de papel hablaran

si ellas aún existieran

desprenderían de sus oídos inertes

el principio hipotérmico de mis propias penas.

 

Calla Sebastián, calla la ecolalia

no repitas lo que nunca dijeron

calla la manía de no escuchar

tú inventas el solsticio invertido

y en las voces de Sara, me quiebras.

 

 

Corre, repta pero de sus brazos aleja

la serpiente homeóstatica

es un invernadero de suicidios.

 

Medusa es un vestido.