En sus ojos se anidaba el mundo...
Si sus pupilas se posaban en mí,
aunque fuese un instante,
era su mirada tal el roce de una hoja
que el viento en otoño lleva,
y pasaba ligera acariciando la piel.
Su mirada era el sútil vuelo de la mariposa,
cuando batiendo las gráciles alas
me envolvía en un remolino de pasión.
Su mirada era el perfume recién nacido
del capullo abierto en la más temprana hora,
de la más delicada y aromada flor.
Su mirada eran astros refulgentes
surgiendo de los senos la madre tierra.
Eran celestes luceros
bordando el manto oscuro de la noche
para cubrir mi desnudez.