Tarde de añoranza
del amor primero,
del más limpio y puro,
el de dos pubertos
que jugaban a querer
que soñaban con crecer.
Recordar la salida del colegio
los breves momentos robados
en que tomados de la mano
hasta la puerta de mi casa
llevando mis útiles escolares
sorprendíamos a la vida
disfrutando amores inocentes
de color gardenia.
Conversaciones breves,
hablando de tareas escolares,
de música y fiestas,
de sueños imposibles.
Amor primero
descubriendo besos,
el ritmo frenético de un corazón hambriento
de cariño y pasión,
el hueco en el estómago,
en esa espera inútil
de compartirlo todo
sin entregar más nada
que toda la ternura
que albergaban nuestras almas.
Amor primero,
pretextos a destajo,
buscando un breve momento
para tomarnos las manos,
mirarnos a los ojos,
y tal vez, aventurarnos
a un breve y dulce abrazo.
Amor primero,
de cálidos “te quiero”,
cuando entregamos todo,
sin tocarnos el cuerpo
desconociéndolo todo
y aprendiendo a querer con el alma.