De vuelta al regazo que me vio nacer,
como pez navegando rio arriba/
ah depositar alegrías o fracasos,
y luego que nos espera ¿será acaso la muerte?
Agito los brazos; esos, que nunca quisieron volar/
y las alas de aves, que jamás caminaron
sobre el lecho/ de tu árido cuerpo,
lleno de misterios, los cuales nunca descifré.
Pienso y solo vivo, en fantasías de imágenes
sin rostro, reflejadas en el espejo gris,
de la fría noche –tétrica- como lapida
cubriendo la coraza, de este ser inhóspito.
Cementerio de machitas rosas, envenenadas
con el néctar de la indiferencia, que transpiras.
El cual bebí de a sorbos, para hacer lenta
esa agonía, y no ver caer de mi cielo esa traicionera llovizna…
Simplemente tomar del tiempo, la daga, que acelera
el trágico suceso, de quitar de tajo la existencia/
que habitó el vacio del alma, esa alma
muda; que en susurros se llevó la última palabra.