El sol padece los terrores nocturnos
de la puerta del este de la montaña.
Uno solo con mi alma, gemelo perdido
entre la música del celaje que agoniza
se abre paso, cociendo la mas dudosa
realidad sobre mis carbónicas pupilas de fogata.
Levántate y anda,
poderoso amor de madrugada,
meridiano que voy dejando lejos
mientras más me acerco a la montaña.
Nuestro camino de faroles envejece,
se corrompe la floresta en tu celaje
y poco a poco un presagio palpitante
se alza como la aurora sobre las ramas.
Todo fuera como antes,
en aquellos días no había oxido en las cadenas,
ni sospechas en el pecho, ni fecha de expiracion para las manzanas.
Ah, las perlas de tu boca eran una dulce escalinata
hacia tan distintos pueblos en tu bosque,
hacia tan distintas plazas en tu alma.
Rompecabeza otoñal,
aún no se llena de hojas tu suelo,
yo se de mariposas del deseo
que aún no se marchitan en la vetusta
ocredad de las masmorras de esta casa.