Sueña, sueña...
Entra, entra, candor mío,
que la noche se ha calzado
su vestido constelado
y el viento sopla con brío.
Ven, resguárdate del frío
como una blanca paloma
que de la lejana loma
encuentra su tibio lecho
en las ramas de mi pecho,
en el bosque de un aroma.
Duerme, duerme, dulce niña,
que los astros son padrinos
de tus dos ojos divinos,
de tu mirada de piña,
y no harán su fanfurriña
si entre todas las mujeres
sólo buscas los placeres
y te embriagas con mis liras,
si levemente suspiras
y aparentas que me quieres.
Sueña, sueña, mi sirena,
que seré tu marinero,
que seré el alto lucero
que te conduzca a la arena
y guarde tu piel morena
cual tesoro de la mar.
Porque muy triste es pensar
que te ausentes de mi lado
cuando estar enamorado
es querer no despertar.