Me disfruto hoy,
en la palabra,
en las últimas luces de éste atardecer,
en el poema.
La noche tranquila comienza a avanzar sobre mí,
cubriéndome con su sombra,
al igual que la tristeza me abriga con su manto gris;
con su tibia capa gruesa en la que en ocasiones
me siento un poco muerta,
y en la que es tan fácil perderme
si le digo adiós a la luz de la alegría.
En la que no soy capaz (a veces)
de mirar el azul del cielo,
la maravilla de la naturaleza
o la inmensidad de una pequeña sonrisa.
Es en la bastedad de mi alma,
la que ama ser solitaria,
a la que gusta de embriagarse en sus anhelos,
deseos y recuerdos
o rendirse al disfrute de sus soledades sin desesperaciones,
y que fatigada ante el viaje de la infinita distancia
o el inexorable paso del tiempo;
es capaz de ahogarse entre llantos por las angustias
al sentirse abrumada por el peso de las largas ausencias,
en los dolores y en la hora de las necesidades
de extrañadas presencias
que marcaron en ella (mi alma)
antiguas y profundas huellas.
Con un deseo de imaginar dejar de ser yo misma,
a la luz de un relámpago que alumbra mi carne,
al momento de fundir mi cuerpo con el del amado,
en el camino trazado que éste amor eterno,
sin buscar el retorno y marchando a su lado;
hacia nuestro destino seguro y certero.
Me disfruto así,
vacía de aflicciones
y sin preocupación ante ésta página blanca que tengo de frente,
a la miro, a la que observo.
Y que ahora escribo sobre ella
y en la que me atrevo a plasmar en letras,
en palabras... a desnudar mi alma,
el rostro de mi camino,
y que se convierte (para mi)
en único destino.
Las letras, la palabra,
la poesía, los versos...
El Poema.
Y como ocurre de pronto de vez en vez;
abrazo ésa sensación de tranquilidad,
de armonía en la que como hoy,
se inunda mi alma...
mi ser.
©Tizzia Holwin 2013
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