Me entristece pensar
que de la madre naturaleza
nos podemos oñvidar.
Que pocas veces a ella
nos referimos en poesía,
se valora en su justa medida
o se agradece la luz del día.
Nos proporciona todo lo necesario,
nos da lo mejor de si misma,
paisajes de ensueño, picos nevados,
valles, ríos, mares, acantilados...
Una luna de estío,
un cielo lleno de estrellas
y mil gotas de rocío.
Una magnolia cuyas flores
como la nieve de blancas
hacen que parezcan
la Navidad sin guirnaldas.
Una concha a la que el mar
lleva hasta la misma playa
y al regresar mar a dentro
olvidó recuperarla.
También nos proporciona
de los animales su compañía,
que por dinero se aniquilan
o se abandonan en una esquina.
¿Qué le damos nosotros
a cambio de todo eso?
polución, incendios, desechos
destrozando nuestro techo.
Reflexionemos sin dilaciones
antes de que sea demasiado tarde,
respetando como a nuestra madre
a esa flor, a ese mar, a esa luna,
porque no podemos ni imaginar
si se cansa de nuestros desmanes
el alto precio que podemos pagar.
Fina