Al revés de lo que se cuenta, ya morir sin excusa es demasiado obvio.Lentamante el interés por saberse abolido lo colocaba al margen de todo. El tiempo alquilado, la ironía del destino y el cansancio del ánimo, todo eso se doblegaba ante él. Esa ruptura del horizonte, el aroma a decadencia, fue condensándose en su alma. El aun respiro no era suficiente. Cada instante envejecía al esperar, mejor dicho, al desesperar del día de su muerte.