Coty

Asilo de ancianos

Absorto…

con la mirada perdida

en el laberinto de su mente

la espalda encorvada y hundida

siguiendo la curva deforme

del respaldar de su silla

otrora grande, vigoroso y fornido

ahora  enjuto, frágil y pequeño

los restos de la insípida papilla

atrapada en las arrugas

de las comisuras de su boca balbuciente.

Sus  manos temblorosas, vacilantes

estrujando en su regazo el pañuelo

amarillo por los años

que revela en sus fibras

las manchas de sal

de incontables lágrimas furtivas

del pozo gris y sus cuencas insondables.

No recuerda ya

cómo llegó allí

quien condujo sus pasos

ó si fue su propio cansancio.

Los rostros familiares

deambulan como fantasmas

en el espejismo de su vida

a veces es niño

y juega a las escondidas,

a veces es mozo guapo

vehemente, enamorado,

luego adulto cosechando

éxitos y fracasos

y luego viene el recuento de los daños…

el inventario…

de aquellos que cruzaron su camino

y  no salieron ilesos.

Pero es la vida

con todos los sinuosos caminos recorridos

también sufrió por amores y desengaños

y sembró hijos

muchos

y no presenció sus pasos

amó una y mil veces

sin calcular consecuencias

y por esas obras concluidas

pasó  su historia la cuenta.

Viejecito triste…olvidado

en el asilo de ancianos

con la mirada fija

en el umbral de la puerta

a la espera de la visita

de su pariente ausente.

Y así transcurren las horas

en el tic, tac lento….agonizante

entre el recuerdo y el olvido

de los años idos.

Obligado,  despierta del ensimismamiento

 al llamado de atención

del vestido blanco

y entre el calor y el frío escucha…

“¿Ya comió?”

“Ande… tómese su pastilla”

“Ahora…

es hora de su siesta”.