Tenía nombre de guardiana
El alma arropada en fuego
y el corazón
se le asomaba por el balcón
del ancho de su ventana.
Tenía cicatrices de guerra
un amuleto de combate
y los labios
un acento en el abecedario
sin olvidar una letra.
Tenía ojos de avellana
una sonrisa como ninguna
y la piel
como bañada en miel
de mi encendía la llama.
Pero antes de despedirse
ya se había ido
en sus maletas: el olvido
de aquél recuerdo vago
de tener por novio ufano
a un enemigo.
Le di mi suerte y mi gloria
a aquella despampanante
de blanco y pulcro semblante
que me dejó en el desierto
con la garganta de un muerto
y la sed de un elefante.
Tenía el cabello de una Diosa
las manos de una doncella
y las curvas
Como caminos que me perturban
la vía a palabras rabiosas.
Llevaba siempre consigo una verdad
la de no tener compromisos
y su fuerte
fue siempre ser mas valiente
que su pedazo de novio mortal.
Pero antes de despedirse
ya se había ido
con el orgullo herido
una nota de voz en pársel
dejándome en una cárcel
de humor podrido.
Le di mi adiós en aclaratoria
que ahora de este andante
después del infierno de Dante
me tocará sufrir en el huerto
donde dejo el camino abierto
a otra que me aguante.
Blas Roa