El valle se extiende en retazos azules,
a lo lejos el cielo mira
con su urdimbre de nubes.
El verde salpicado en árboles temerosos,
pues la ciudad araña y rompe.
El tiempo es esta brevedad sin retorno,
este fluir de falsas eternidades.
Y la tarde que muere sin lástima.
Yo aquí, mirando los átomos del espacio.
sintiéndome un harapo
de nostalgias y ermitaños.
Y llega la noche con tímidos arreboles
que se queman tras los montes en lontananza.
En este ciclo casi eterno la noche renace,
mientras millones de chispas me miran con asombro.