Esa voz interior que me habla bajito
y me dice tajante lo que no siempre quiero oír
esa inquilina implacable
que desaprueba mis actos ò aplaude
según sea la intención
cumple una función particular
es la que me salva de mi propia humanidad.
Hace muy bien su trabajo
restringe o da visto bueno a la acción
no da treguas y cobra caro la lección
no paga renta la muy pilla
más, lo admito, es mi mejor amiga.
Me acompaña en toda hora
llueva, truene o salga el sol
no conoce medias tintas
no obedece adulación
no se endulza, ni se vende al mejor postor.
Es de una sola pieza
aborrece la ficción
vive de realidades
me conoce a perfección
¿Adivina usted su nombre
por si acaso, gentil lector?
usted tiene la propia
¡mire nada más qué bendición!
Conciencia, se llama...
y es emisaria de Dios.