No fue una.
No fue dos.
Ciento veinte le asestó.
A cada tajada
un manantial
de sangre caliente
ahogaba la habitación.
No fue una.
Los cuchillos
apenados
por la víctima
se troncharon antes de tiempo.
No fue dos.
Cada poro
de su cuerpo
tuvo su aguja
de dolor.
Aun muerta
no descansa.
Ciento veinte le asestó.