El viento metálico
que barre recuerdos, me recuerda
al pistilo de tu cuerpo.
Por allá viene
silbando y transfigurado.
Nace en los torbellinos
de la selva virgen.
Azotando se aproxima,
como si quisiera abrazarte
todo parece
un mausoleo arrebatado.
Y tú como una sombra
caminas exánime
con los ojos cerrados
y los cabellos oleando.
Su plañido unge indómito
la transida naturaleza
de vigor saturada.
Hoy he visto sus dolores.
Pero tu sombra se ha borrado
como si el viento
con su barba transparente
te hubiese acogido
llevándote
a vivir en su reino.