Sobre mi escritorio, mis versos desordenados,
traspapelados, casi inmóviles en su confusión.
En mi cama tu rosa, seca, olvidada, gris y polvo.
En la habitación, solo mi ausencia que observa.
Solo cuatro paredes y un florero en el centro,
solo cuatro lágrimas y un adiós, frío como el invierno.
Solo son huellas que se borran y se confunden,
solo arena que sopla el viento y arrastra en la noche.
Cuando mis letras sean cenizas y mi recuerdo un ocaso,
Caminare en lo eterno al filo del olvido y por instantes caeré profundo.
Cuando mis letras sean cenizas mi voz será eco que se desvanece
y se pierde tenue en el atardecer cubierto de secos pétalos de rosas.
Sopla el viento vacío, en su voz anudada y triste
me pronuncia en suspiros calmos y grises.
En la lluvia serena bailo y lloro invisible,
me imaginas preocupado, sonriente y me ves marchar.
Solo cuando mis letras sean cenizas, me extrañaras mujer…
Lemos Maximiliano Daniel.
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