Fernandotorres

DEFINIRTE

Desde la más alta de las colinas se veían,

tapados en una enorme 

y horrible nube de humo,

la soldadesca infinita

formando aquel ejército sin par.

Aquella batalla tenía un fin determinado

por el que iban a triunfar o morir.

Querían definirte,

decir en palabras de bronce

como eres definitivamente.

Los verbos más ampulosos

dieron las oportunas órdenes,

pero los primeros en plantarse

frente al enemigo,

aguerridos y valientes adjetivos,

daban con sus cascos y corazas

en tus bellas manos.

Después llegaron los verbos de tropa

quienes,

con su astucia e ingenio,

pretendían llegar lo antes posible

a la definición buscada.

Huyeron desesperados.

No había manera de fijar tu esencia.

Por más que llovían proyectiles

tus misterios nunca corrieron peligro.


La tarde cubría, plomiza,

el campo de batalla, 

cuando la infantería ligera

de adverbios y predicados

iba a una muerte segura.

Empezaron a sospecharlo.

Observaban lo complejo y difícil

que era desenredar el hilo

que tirado libremente

por un laberinto infinito

amenazaba con devorarlo.

La noche fue el horrible

escenario de tu victoria.

Lanzaste a los cuatro vientos tus miedos

y todo el ejército murió inútilmente.

Lanzaste después al cielo tus pesadillas

y los montes se derrumbaron.

Tanto ha sufrido tu alma.


Ay, aquellos soldaditos engañados

que soñaron con describirte,

con vestirte enteramente de palabras.

Soñaban explicar quien eres

para que un día

todos sepan quien fuiste.

Nadie lo supo nunca.

¿Quién eres?

Hubiese hecho falta

un ejército de flores abiertas.