Caminabas sereno entre multitudes.
Como si en ellas creases caminos
por los que yo, Fabio,
tuviese que seguirte
por voluntad del destino.
¡Cómo olvidar el dulce sabor de tu voz!
No, no te idealizo.
Como puedo expreso lo sentido.
Quien en ello vea exagero
procure pisar donde yo piso.
De tal modo me mirabas en el silencio
que tus suaves deseos de hacerme tuya
me servían de vestido.
¡Cómo olvidar la piel que me sació!
A mí, mujer no fácil,
enseñaste a querer un poco la vida
abriendo el tapón del perfume
que destapar no se atrevían.
Te pagué-es lo justo-con la misma moneda.
Caricia por caricia.
Sueño por vida.
¡El calor de tus brazos conmigo se queda!
Te recuerdo Fabio y se entristece el alma.
Tus gustos tan atentos a mis deseos,
tu respiración tan pendiente de mi pulso,
aquella ternura de la que era dueña.
Una multitud te tragó,
eran muchas las brechas abiertas.
Me señalaron cierto tiempo.
No se estila amar en tiempo de rebajas.