Se te ven "alas flojas" en tu vuelo; y quizás en lo más lejano alguien te tienda la mano, para levantarte del suelo y poder mirar al cielo o corregir tus pasos vanos. ¡Ah!, qué cielo crees que te espera; aunque tu cabeza gire cual esfera; ¡ya!, ¡al fin dejaste el egoísmo!, ¡pues ya te resulta lo mismo aunque en tres minutos te mueras! Y vuelves a actuar como infante; a recordar lo que hiciste y no hiciste; y a bravo modo te resistes a tu quebranto cada instante; y de rebeldía tu rostro se viste. Ya tu sombra viaja más lenta, tu mirada fijas en ella más violenta; como indispuesto a tu decadencia, al fin encuentras la paciencia y levantar tu frente intentas. Pero ese es nuestro camino: nacer, crecer, reproducirnos… y aunque no queramos decidirnos a perder del caminar el tino, ni a dejar este mundo mezquino; ¡porque no conocemos el que viene!; y pueda, que si espinas no tiene, en él encontremos fuego y desconsuelo ¡en vez de encontrar el cielo, que es el que más nos conviene!