Ellos son supervivientes en la orbe del mundo, raudo corren agazapados entre el hastío frecuente de la inconsciencia. Cada uno carga tonadas melódicas, no sé si son solo murmullos de identidades ajenas… Escondidas en los resquicios de rascacielos como maletas de ropaje dolorosos.
Todos ellos, los sin rostro dejan tatuajes cargados de ironía murmurando como trueno en tempestad siniestra.
Sigilan presurosos colgando retratos en vitrales de aquellos escaparates de las grandes tiendas. Llevan la ilusión de comprar con sentimientos los disfraces de ocasión. Caretas presuntuosas que solo tapan la propia frustración, queriendo comprar besos, te quiero, hasta sueños de probetas. Un dejo sonoro de grandes espejos hacen tregua entre el destierro de muchos, colgando en si mismos una mueca de sonrisa en sus rostros. Manos desoladas sin enlaces perpetuos marcando el tic tac del reloj y las huellas en medio del silencio.