Entre naranjos quietos…
retiraste el corpiño rojo que guardaba mi pecho,
desataste la cinta que anudaba mi pelo
y sediento bebiste inocencia en mis senos.
Entre naranjos ciegos…
desnudaste mi vientre y lo tocaste
hasta mojarlo con el néctar tibio de tus celos.
Y observaste en el suelo generoso,
el primer vino que brotó
de la virginidad de mi cuerpo.
Y arrogante de pasión exclamaste:
¡en tu amor he sido yo el primero!
¡Oh Dios, hoy mucho más la quiero!
Entre naranjos silenciosos…
mis brazos rodearon tu cuerpo,
tu boca atrapó mis besos,
mis manos arañaron tu pecho,
tu hálito se perdió en mi cuello.
El minuto anterior se volvió añejo,
y sin pensar, hicimos el amor
hasta quedar de nuevo sin aliento.
Entre naranjos viejos…
pareciera que el amor nunca se sacia,
… eterno.
Autora:
Amelia Suárez Oquendo.
Amediana
22 de enero de 2013.