El frío de mi cuerpo es un frío de ausencias, el frío de mis manos es señal de vacío; el frío de mis labios es signo de nostalgia; estoy extrañándote, mi pensamiento te busca por caminos inhóspitos y no te consigue... Estamos tan lejos, es tan difícil alcanzar el paso de tu sombra; tengo miedo, el terror de verme de pronto muriendo en tu olvido; siento ganas de llorar y no hay razón para mi llanto que no lleve tu nombre. El frío de mi cuerpo me dice que estoy muerto, que no puede haber esperanza si no estás cerca y porque además, cuando te mueres no hay nada que puedas esperar; a veces creo que si miro al espejo te voy a ver reflejada en él, mirándome, sonriéndome, llamándome, pero recuerdo que es sólo el depositario de todas mis irrealidades, es el espejismo del desierto de mi alma que me hace creer que son verdades todas mis mentiras...
El frío de la noche me transmite la tristeza que parece percibirse en el clima cuando no estás tú, es un callejón sin salida el sendero de dolor por el que transito, porque la única salida para mí era la que me daba tu presencia; necesito salir de esta pesadumbre y avanzar hacia certezas que huelan a ti, preciso de tus palabras, del eco de tu risa, de lo infinito de tu mirar, de lo maravilloso de tu esencia, de la luz de tu alma, de la fuerza de tu corazón, del valor único de tu pureza, son tantas las cosas de ti que me faltan y ya ves, estoy aquí ahogándome de las ansias, del dolor de percibir que en mi futuro, no habrán días compartidos contigo y alguien tal vez te dirá algún día que me mató el exceso de soledad, el extrañarte tanto, el no saber defenderme sin tu auxilio vital y que sencillamente no sobreviví a un mundo sin ti, un mundo de oscuridad, de desesperanzas, de frío.