Llegó embebida de rauda esquela
a la fábrica de tu nombre
nombrandote como un silvido
suave con lluvia de letras de verano.
Los empleados se enarbolaron
ante un vacío de oficinas
y no atendieron a las deudas
ni a la tibieza del mercado.
Y la voz recito dos versos
en la lengua muerta de los campos,
Y agito la caradura del tiempo
donde monopolizabas tus zapatos.
Su cálido sabor a malva
en el paladar de oídos llanos
fue música de trastos sucios
egregio pabellón en los establos.
Antifaz de ovino para alimañas
forjado con promesas de mandatario
aritmetico rapto de cofradias
movedizas aun por los engaños.
Dios quisiera que mi nombre
se fabricara con tus manos
y se leyera con altas voces
sobre cada centimetro de tus pasos.