Se deslizó por mi cuerpo
y con su larga madeja
se me enredó sin prisa.
Yo me entregué sumisa
al sabor de su acento
y entrtejía honda
mi gran melancolía.
Y se quedó conmigo
como reloj sin tiempo
comiendo mis entrañas
con su impune deseo,
e igual que el ave Fénix
que de negras cenizas
se levanta de nuevo,
presa quedé desde mi ser contrito
con la ilusión herida.
y hoy quisiera partir
sabiendo no hay partida