La escalada
En esos cerros no hay balcones,
no hay sillas con tapiz, no hay escafandras,
no hay navegantes en las tazas del café.
Hay que marchar y caminar por sus cinturas,
hay que escalar sus abedules y sus rocas
y echar abajo las malezas de entre sueños
y no olvidar que tras la cumbre hay otra cumbre.
En esos cerros no hay ciudad que sobreviva,
pero el amor de corazón gentil siempre florece
y en la humedad se encuentran grillos verdes
de rocío y agua o de esperanza simplemente
y tréboles que cantan como los rayos de la luna
y algunas piedras que los hombres llaman piedras,
pero que llaman hermano al musgo que las cubre
y al hombre que las deja tras lanzarlas contra un nido.
En esos cerros la verdad es la promesa
de ser felices aun cuando todo se termine,
la libertad, la democracia, el magisterio
y los millones de tristezas que nos cubren
como si fuera voluntad del cielo vernos tristes.
Al caminar por esos cerros bien amados,
los de mi infancia, los de un cuerpo
que besé noche tras noche, los que imagino
en la heredad de un tiempo bueno y para todos,
me reconozco hecho de sed, de un natural pensante,
te reconozco ebrio de amor en las esquinas de este mundo
y hacia ti marcho en esos cerros que no existen
si no es conmigo que los cruzas hasta vernos.
En esos cerros nada existe salvo el alma,
cuando la encuentres y la encuentre al fin podremos
sin más apuro presentir el horizonte que buscamos.
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18 01 13