Sara (Bar literario)

Una palabra

 

 

Una palabra abrió mi mente, a ideas jamás exploradas, por mi carismática decencia.

 

-¿Perdón?- Tartamudeé, queriendo en parte, ver a mi interlocutor retractarse; podía hablarme del clima adolescente de estos tiempos, de las noticias colapsando las resacas de escritores con corbatas amarillas y sienes adornadas con rabos de porcinos colgando, en el estante de una envejecida musa.

 

Puritana- se enjuagó los labios con mi vergüenza y la escupió descaradamente en mis mejillas devastadas por chubascos.

 

Eso es lo que eres; escribes sobre el amor y no has explorado las sendas por las cuales, un enamorado novato y experimentado puede perderse. Tus escritos gritan de tu virginidad, y la reformulas en tus ideas, contrayéndose en tus calzones de castidad. Para escribir sobre el amor, debes caer en él, tropezarte en sus nervaduras, en sus venas, irrigar en tu piel el sabor de su roce, repetidas veces. Perderte en cualquier mundo por la fuerza alucinante de su…

 

No soporté más. No soy una mujer que reaccione físicamente a una ofensa, al contrario, lo que hago es retirarme, mientras imagino las miles de palabrotas que pude blasfemar ante los fanáticos de las humillaciones. Le eché una mirada esperando derretirlo, pero se rió de un modo tal, que no pude caminar sino tambaleándome y sosteniéndome de algo para no desfallecer. Parecía un bebé aprendiendo a caminar.

 

Ya en cama, recordaba sus palabras, sus ojos hurgando mis partes impenetrables, y por primera vez, la electricidad de mi cuerpo asumió el control de mi respiración, el bombeo de mis latidos y la urgencia irrevocable por reconocerme. Mi mano parecía una pluma lamiendo mis piernas, mi vientre, mis costados; se hizo una boca al llegar a mis pechos y la voz de aquel sujeto besó mi palma, la  mordisqueó bruscamente conforme mi mano se hundía en ese lado que había omitido por ser, una “puritana”.

 

Mi siguiente escrito fue sobre el poder masculino en los dedos de una mujer.