Carlo Enrique

Sufrir de Enero

I

 

No me hablen del tiempo sus carnes
que hoy no tengo para nadie
ni costra
ni costado
ni madero
ni látigo
ni madre nueva.

No me hablen del tiempo sus calles
que no tengo sombra con que responderle
ni saliva tibia
ni recuerdo de rizo, ni lunar, ni labios rojos.

Que no me hablen del tiempo
sus cuencas vacías
de lágrima a lágrima 
que se callan el pasado sus manitos cuarteadas.

La búsqueda es larga
por eso que no me hablen
de las comisuras de las horas
de los botones de la camisa
de las insignias, de los paseos
que no me hablen ahora.

No me preocupa.

Que no me hablen del tiempo
de tan lejos
-uno a uno-
a solas.


II


He perdido unos cuantos libros
que no he leído
no los he perdido solos
no solo fueron poemarios
no solo fueron otros poemas
fueron cosas que escribí 
y que aspiraba fuesen poemas
he perdido música
una banda que quiero escuchar cada vez que despierto
he perdido el sueño y media billetera
la noche, no veo al cielo nocturno
no hay estrellas
ME HAN ROBADO LA MARAVILLA
no soy niño
no sé de las constelaciones
no sé de sus ojos ni lunares
recuerdo vagamente las correrías de pichanga hermanada.
Observo, párvulo, disminuido
en el rincón de un salón escolar
cómo los niños grandes se burlan de mi paciencia
de mi no ser antiguo
de mi repetir frases que no se entienden
que suenan como las bocinas de los automóviles
y como los arrullos de mamá.
Es cierto que ellos nos saben hacerse miserias con sus labios como
yo sé
pero surgen 
-desde luego-
un centenar de peatones y ciclistas
todos silbando
las invenciones de una cocina cálida
porque no habían mandiles disponibles
y me he manchado con témpera azul en el pecho
ella ha dicho que le he lanzado la arcilla a despecho
no sabe
que la puntería es buena y el propósito noble
que no le he contado a nadie
del algodón húmedo que se cae de su alcoba.
Y mucho menos
-aunque lo sospechen-
que las historias que me invento
no tienen otra destinataria.


III


Que pasas
destrozando las autopistas con millares de hormigas 
manando de tu cartera y siendo muertas por tus tacones
si se muere un niño de pecho
no es precisamente porque le soltaron los perros
simplemente se ha soltado su madre de él
ha navegado toda la distancia
del fluido etéreo
de un abrazo incómodo
MADRE
ten un poco de paciencia para los juzgados
los datzibao
las arengas
las maletitas de cuero con proclamas
manejas
viajas
desgastas la suela de última primavera
con mucho gusto y angustia
qué tendrá la vida como para aferrarnos?
No digo 
que me guste estar parado bajo el sol de medio día
con los anteojos sucios y húmedos
con zapatos de cuero
simples, soldadescos
digo que el aliento
es sábana tibia
y que los bufones asesinos nos causan mucha gracia.


Carloenrique