Le escribí cartas y poesías,
Me inspiró acrósticos exagerados.
Le regalé marroc en latas coloradas
Y soberbias corbatas.
Con gemelos únicos y selectos perfumes
Busqué dejar mi sello.
Cuando sugería, yo hacía.
Cuando buscaba, encontraba.
Cuanto deseaba, lo obtenía.
Y así lo colmé, rebasando sus ansias.
Complacido y halagado, ya sin estímulo, dobló la esquina.
Tras su partida, mi médico encontró mi palpitar centímetros detrás de mis pulmones.
“Blanco difícil”, se corrió la voz.
Cuando pude darme cuenta
Eran muchos los que me llamaban.
Tiraban dardos con pócimas encantadoras,
Mientras se preguntaban qué misterio encierra esa fémina tan lejana.
Sus lanzas no llegaban a mi hundido corazón.
Y un cúmulo de flechas buscó mi carmesí.
Un joven alto que diseñaba.
Un señor en sus sesenta.
Un caballero entrecano que pintaba estuvo cerca.
Pero yo estaba contenta, protegida en mi yelmo.
Coraza férrea, ideal morada para un alma que ya no demanda consuelo.