Aún sin pensar que un ángel existiera
y en los cielos buscarlo inútilmente,
ya en aciago cenit desfalleciente
en cuyo escepticismo me envolviera.
Incrédulo y dudoso si te viera,
cual ateo ante un Dios fuese realmente,
absorto de la luz en tu alba frente
y el verdear de tus ojos de hechicera.
Ángel o niña o serafín bendito,
luz y esfinge y encanto me pareces,
pues de tanta belleza de blancura
solo ante ti en un éxtasis fortuito,
fiel en tu realidad, sin que me beses,
moriría en un brío de locura.