En la más oscura de las noches.
En lo más profundo del abismo,
de las almas surgen los quejidos;
de los labios la amargura brota…
y, en los ojos asoma.
¡Oh los ojos apagados!
¡Oh las cenizas esparcidas!
¡Oh los cuerpos quebrantados!
Es el purgatorio.
El gemir y crujir de dientes
y los llantos y dolores.
Es la verdadera angustia,
es la soledad más solitaria,
es el desaliento.
¡Oh Dios mío, Cuántas veces alcé mis manos al cielo invocando tu nombre!
…y no me respondiste.
En ese entonces, ¿Dónde estabas? –me pregunté-
…Y el silencio fue mi respuesta.
Hasta que leí en el Evangelio:
“Hágase en mí según tu palabra”
Entonces comprendí que esa era la oración que necesitaba.
¡Gracias Virgen santa, Virgen Auxiliadora, Virgen venerada,
por decir aquellas humildes palabras!
¡Gracias por conducirme a Cristo, gracias por enjugar mis lágrimas!
¡Gracias Virgen María, Gracias por ser mi abogada!