A tus ojos de mirada cristalina
que no limita su visión ni la montaña,
que se eleva altanera por borrarte
la figura de aquel amor que en tu fuego arde.
Te entrego este río de mis profundas pasiones
que aun la mar no salina su dulce nombre,
porque quiere de tu sed saciar conforme
la fuente que seco la distancia de ilusiones.
Deja que te habite en el cielo
con la lumbrera de mi lucero;
y en el sol de cada día
con el paisaje que inspira tu poesía.
Sin ser el tueno, ni el relámpago,
solo puro en la energía;
con la ternura de un claro arrollo
que baña tus pies en su orilla.
Ojos que encienden melódicas noches y días
que cunden de colores mi camino,
conduciéndome firme hasta el concilio
de dos corazones que cantan un mismo trino...
Ungiendo la dicha de amor a mí destino
nunca apagues de mí tu preciosa mirada...
Que le restas vida sin tu brillo a mi alma.