Es como un barril sin fondo donde depositamos más y más odio y nunca lo llenamos.
Es como un precipicio en el que caemos y nunca llegamos al fondo
y en el trayecto con tanto odio reunido adquirimos más peso.
Es un falso traje, una falsa piel que cubre lo bueno que en todos los seres hay.
La maldad no tiene límites y sin embargo protegemos sus fronteras
y negamos visa al amor y damos paso a los desentendimientos.
Nadie puede decir que en algún momento de la vida no obró inducido
por este mal sentimiento, quizás por inmadurez o por inconsciencia
O tal vez porque sí hacemos el mal mirando a quién y somos miopes
Que no vemos que la magnitud de de lo que hacemos recae sobre nosotros mismos.
Entonces el mal, rebota sobre nuestra humanidad y luego no entendemos
El porqué de nuestras desdichas.
La maldad es una capa gruesa que esconde nuestra verdadera naturaleza:
Somos humanos con errores pero sensibles por la parte divina que tenemos,
como esa expresión que reza “Somos divinos en una experiencia humana”.
Por eso quiero reconocer en mí la divinidad para entender mi humanidad.