Recuerdo aquella tarde,
detrás de aquel vidrio estaba él, majestuoso,
brillante, lujoso, hasta su caja era bella.
Por aquellos años,
mi vida era ese hermoso camión
que me hacia guiños con sus luces,
para que con él me fuera.
Recuerdo que varias veces pregunté cuánto costaba,
a lo que Pascual, su dueño, me contestaba:
Apenas unos cuantos “papeles pintados “.
Nunca fue mío,
nunca pude juntar los suficientes “papeles pintados “para poseerlo.
Y así fue transcurriendo la vida,
los “papeles pintados “siempre fueron mi patrón,
aunque no mi obsesión.
siempre fue así, detrás de cada ambición,
al lado de cada necesidad, estaban ellos,
los malditos “pápeles pintados “.
Nos dominan, nos seducen, nos atrapan,
si hasta nos inclinamos cuando ellos aparecen.
Los “papeles pintados” nos hacen ver la realidad de otra forma,
a veces nos facilitan el camino, otras.
Nos hacen entrar en un laberinto, casi siempre sin salida.
Su poder no tiene límites,
los “papeles pintados “hacen del mundo, su mundo.
Compra voluntades, actitudes, cerebros….
Compran países, almas, cuerpos y jueces.
Los “papeles pintados “a veces realizan sueños,
mas el precio es muy alto,
tal vez una vida y hay que devolverlos.
Y yo sigo sin ese camión, y ya no está pascual, su dueño,
los “papeles pintados “le ofrecieron un buen entierro,
al fin y al cabo para eso sirven,
para eso uno fue su esclavo.
Los “papeles pintados “suelen disfrazar su brutalidad,
de hambre, de falsedad, de complicidad, de calor
y otras veces hasta se atreve con el mismísimo amor.
Y si… Los “papeles pintados “, aquellos de los que Pascual me hablaba,
son nuestros jefes,
contra ellos muchas veces no se puede,
aunque luchar se debe, ir contra viento y marea,
sismos o maremotos,
porque siempre hay que tener presente,
que los “papeles pintados “suelen ser caudal,
capital, ahorro, tesoro, pero en el fondo,
y aunque parezca complejo,
sólo es eso, nada más que dinero.
JULIO CASATI