(Managua, noviembre de 2011)
Tus palabras echan sal sobre mi herida.
No te conformaste con blandir la daga,
disfrutar cuando entraba
y ver la sangre correr.
Cuando creí que dirías vengo,
dijiste voy.
Y hoy me has dejado expuesto
ante el peligro de perder la vida.
¡Esta vida que con gusto te la daría!
¡Oh vida mía que ya no es mía!
¡Que es tuya, como la tuya es de él!