Déjame acariciar las flores que brotaron esta mañana de tu cabello y los botones que aún no abren.
Déjame correr a tu lado sobre la hierba hasta caer arrodillada a tu cintura.
Quiero ver tu rostro cual ninfa entre los árboles, sentir el terciopelo de tu piel mojada.
Esos tus ojos damisela mía, cual estrellas en el firmamento oscuro, de labios carmesí como la débil llama bajo el espeso bosque.
Ángel dulce de dimensiones celestiales, de encantos abruptos.
Sublime musa de los vientos, arráncame un suspiro con el alma, que mi necesidad de ti se hace cada vez más grande.
Déjame tomar tu mano y entregarte el corazón, que he caído bajo el encanto de tu sonrisa y el sórdido aroma de tu alma.