Lágrimas que cayeron sobre el fuego
y se evaporaron antes de caer.
Lágrimas cotidianas que rodaron
desde los manantiales negros
de una mujer, en silencio.
¿Cuántas veces la vieron llorar?
¿Cuántas veces gritó pidiendo ayuda?
Hoy que cayó sobre ella el rayo del
silencio y se secó su manantial,
algunos darían cualquier cosa
por verla llorar de nuevo.
Ahora, que sus mejillas
pálidas no sienten las correrías
impetuosas de aquellos ríos, salados
y abundantes de lluvia, algunos piensan
que un diamante, o la más fina perla,
no daría tanta hermosura
a ese rostro
como una lágrima solitaria, atada
a su mejilla izquierda hasta secarse.
Hoy que ya no llora,
sobre ella caen todas las
lágrimas de aquellos que nunca
hicieron más que compadecerla.