Oscar Perez

Oda al hombre sin hogar

Oda al hombre sin hogar

 

El hombre sin hogar, sin tierra más bien dicho,

aquel desamparado que aricó los campos,

compuso las usinas, abrió caballerizas

y al final de sus días no tuvo recompensas

más que hijos que se fueron con la guerra o con la muerte,

más que una tibia flor que lo abrazó noche tras noche

mejor que aquella luna que prefirió el lago esplendente

a aquel candor ganado con ampollas a la madre vida.

El hombre sin hogar, es decir sin domicilio,

ni patria, ni bandera más que el pan que digno gana,

sin planeta casi, de no ser por las estrellas

que tejieron su fulgor para ensillarlo en este mundo,

que amasaron en su excelsa eternidad soplos de barro

para darle una osamenta y un garbo y un riñón

con que moler las injusticias y las muertes,

hasta hacerlas fermentar en cada silla cepillada,

en cada torre cristalina, en cada red de peces para el hambre

de millones de ciudades que de aquel mar nunca supieron.

El hombre sin hogar, sin sitio en la alameda,

ni en los turbios corredores en que el ministro firma pactos

y la agraciada jovencita algún contrato con su cama,

sin sitio en el perdón de tantos siglos en el templo

de la impiedad, de la opulencia, de la cruz malbaratada,

del alma sin razón y ya escindida de la carne,

del beso, del fragor, de aquel abrazo antes de hermanos

y hoy sólo de un gran Judas que reparte el viejo imperio

entre los mismos propietarios de su verdad y su justicia.

El hombre sin hogar, les digo al fin, ese ya viene,

ya vuelve de sus soledades, ya comprendió de sus andanzas

que es rey, que es el mentor de todo el cielo que nos queda

y que no debe permitir que otro le usurpe su corona,

que otro le oculte a sus hermanos este trigal de la esperanza,

esta verdad de la alegría, este blasón de un tiempo justo y para todos.

El hombre sin hogar siempre lo supo,

que ese que tiembla es responsable o simple esbirro,

que ese que sale hacia las calles es él mismo,

libérrimo, espantado de tantas muertes crueles

y cierto de su rol bajo este sol y sus planetas,

y expande así su vista a todo quien comparta

su ofrenda de oración, su lucha a puño erguido,

su paz de terrenal hijo de otros sin un rumbo,

de hermano de otros mil que entre las redes de la vida

nunca soltaron este pez de dignidad y de futuro,

e invita con sus gestos de mortal agradecido

a los cansados labradores, a los dignos

operarios de las máquinas o del fuego,

a los que dieron las gracias tras un vidrio en su oficina

y amables le cedieron el asiento a quien quisiera,

y amaron como tú las simples flores del camino

y a la gran humanidad de la que vienen con sus padres,

con sus hijos y con todos los sin sitio y sin venganza.

Vengan ustedes, dicen pues múltiples voces,

que no es de uno solo, sino de todos los vivientes

la hora de encontrar aquel alero a la injusticia,

aquella luz para el amor y aquellos labios al que aprende.

Nosotros vamos, dice un coro al que me sumo,

que el hombre sin hogar siempre buscó un rumbo conmigo,

siempre esperó para saber cuál es el tuyo y el de todos.

Nosotros, tú, él, yo, ya nos marchamos,

 la esfera nos dirá qué eternidad conquistaremos.

 

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22 01 13