Cierro mis ojos
y mis dedos aun recorren tu espalda blanca,
abriendo camino entre tu sudor tibio
y vuelvo a sentir el sabor a sal
de tu cuello en la boca.
Revivir la pequeña muerte: que alivio!
Que placer deleitarse en tu piel.
Que paraíso el de tu boca, que es miel.
Mirarme en tus ojos,
ha sido la gloria!
Morir en la suavidad de tus rizos,
que fueron remolinos
en mis dedos,
es la satisfacción
de mis mas burdos deseos.
Que hermoso eres;
es tu piel tan bacana,
y tus labios en mis formas:
la salvación de mi naturaleza profana.
Eres causa de que esté en ningún sitio
y dispersa a la vez, en todos lados,
buscando de nuevo tus labios
y otra vez tu saliva, beber.
Has cumplido sueños que aun no he tenido,
con posar dos besos en mi ombligo,
que creí que eran mil,
besos que hicieron, diosa de mi.
Y el eterno, que cosa tan poca,
comparado con el cielo de tu carne.
Yo quiero de nuevo beber de tu boca
No importa si a la locura he de condenarme.