La gran luna se asomó en el horizonte
Y apagó a la niña de los luceros azules,
Los demonios oscuros la arrastraron al foso de la muerte
de donde nadie podrá sacarle.
Esgrimió su espada afilada en la roca de las pasiones
y atravesó su alma, que hoy pena por los rincones
buscando quien le sane sus dolores.
Por las noches aparece cual fantasma
que mira con ojos de serpiente, y si no encuentra presa,
vuelve al fondo del azul oceano,
Lleva su alma irredenta y hiere sus propias alas.
Solo el sol podrá apaciguarle,
Cuando el fulgor de su mirada, de un imposible la preñe.
Será entonces, sólo entonces, cuando descanse su alma,
cuando sus ilusiones se vuelvan realidades.
D.R. Vozdetrueno