Aquí tengo la carta de Petra
que me escribiera hace años,
fue escrita de su puño y letra
y en ella me dejó algunos regaños.
Me decía: Tú no eres tan poeta,
sólo le escribes al romance
pero a mis terribles jaquecas
en tus versos, no le das chance.
Eres un poeta muy extraño
que sólo le escribes a los sueños
y nunca escribes a los tragos
que maltratan mi vida y mi cerebro.
Eres un pobre poeta melancólico
que escribe a la esperanza y a la fe
pero no le escribes a los molestos cólicos
de mi ciclo menstrual en cada mes.
Le escribes a la luna que brilla
y a las estrellas por sus resplandores
pero no le escribes a la rota alcantarilla
que deja escapar fétidos olores.
No, tú no eres ningún poeta
en versos eres, de verdad escaso,
nunca le escribes a la rabieta
que precede después del martillazo.
Lo que muestra tu verso floreciente
no te califica como renombrado poeta;
nunca menciona la rabia que se siente
cuando a uno se queman las “panquecas”.
Tú no eres ningún poeta
de eso ya estoy convencida;
te lo digo yo, que me llamo Petra,
y se de las cosas de la vida.
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