Al recuerdo
Escribiendo un horizonte en sus manos
sostuve una vida que reencarnó en mis dedos.
Su tacto fue hurgar en otras dimensiones,
estertores, livideces,
orillas repletas de orvallo.
Su pulso provocaba espasmos
que abrían paréntesis en cada cuadra intergaláctica
en la que levitaba con su literatura,
con su tatuaje de arena
con su dios.
Aun conociendo mi reacción
retuve una caricia entre sus yemas,
y suponiendo demasiado
me quedé dormido en su bus,
para cuando desperté ya tenía 32 o 33
y eso es demasiado
-tarde o temprano-.
para resucitar.
Inscribí en esquelas
en panteones,
-su alma-.
nombres que en su nombre
volverán, se desenvolverán
y no morirán en el intento.
Nombres como su sombra
-surrealista, supeditada-.
que entrelaza la neblina de su larga cabellera.
Nombres como la muerte
que cierra los paréntesis y las olas
-sin despedirse-
en cada cuadra intergaláctica
donde su tatuaje, su literatura y su dios
se han convertido en un zahir.