Una mañana de febrero
Esas sonrojadas rosas
que se marchitaron
en mi vergel,
han florecido de nuevo,
con el abono de tus
verduscos luceros.
Una emoción chispeante
emerge desde el centro
de mis maderos,
hasta las dos turquesas
con que me avivas de nuevo.
Un esplendor armonioso
emerge de mi asombrada alma
y me anuncia,
que amaneció de nuevo,
mientras una mañana de febrero,
sin tocarte,
te acaricié con mis ojos
y te besé con mi fuego.