TRANSICIÓN
Poeta, ya no le cantes con lírica cadencia
a las flores, las fuentes, las estrellas,
pues el hombre en su afán insano,
corrompió con insensatez profana,
el perfume, la claridad, el brillo,
en aras de la ciencia y del progreso
inmoló cuanto en natura había de bello.
Allí donde el roble alzaba su imponencia
humea de una fábrica el buitrón ennegrecido
y el aire que antes era de diáfana pureza,
hoy se esparce enrarecido y asfixiante
envenenando de los contornos los jardines,
anquilosando el verdor de la floresta.
En el río de otrora cristalinas aguas,
de las ciudades los caños nauseabundos
llegan dejando su lastre de infección y muerte
o del laboratorio los ácidos funestos
por leguas van cegando la latente vida.
No le cantes a la estrella matutina,
ni a la luna, al sol, o a las marinas aguas,
pues lo que ayer era misterio sacrosanto,
ha sido hollado por el desbordado ímpetu
y la sed insaciable de conquista que obnubila
la codiciosa mente de sabios y naciones.
No le cantes a la rosa, es ficticia su hermosura,
creada en los invernaderos donde el polen
no lo esparce el viento, ni lo llevan las abejas;
ni a los peces que, prisioneros de los acuarios,
agonizan paulatinamente y uno a uno mueren
como adorno ingenuo de lujosa residencia;
ni a las canoras aves, pues no les han dejado
donde formar el pequeño y caluroso nido
para lanzar amantes el arrullero canto
que no ha mucho llenaba las frondas de los bosques.
Tu lira debe descansar, puedes reventar sus cuerdas,
en la hoguera hacer que tus versos ardan,
tal vez hagas sonreír los niños, los mayores
te miren extrañados, los demás te burlen.
Sepulta bajo el seco tronco de un octogenario pino
los restos de tu inspiración, las cenizas tibias,
de lo que fue tu pasión, tu dicha, tu alegría.
Es posible que un mañana, si bien distante,
cuando algún tractor recabe sus raíces,
brote en reflorar lozano un fragante ramo
de purpúreas rosas o inmaculadas azucenas.
Bogotá, Agosto 15 de 1976