No quiero ver el dolor en tu cara,
porque sin tu alegría
esta casa envejece a cada paso
y en cada puerta que abro
descubro una tela de canas
tejida por los insectos de la pena
que oprime mi pecho
hasta que el aire me abandona
y al adentrarme en cada nueva estancia
sólo veo las arrugas del tiempo,
los quejidos de los muebles aullando su dolor.
No sufras, para que vuelvan las sonrisas en el aire,
las carcajadas en el cuerpo,
los sueños en el azul de la mañana,
para hacer de nuestro hogar
un lugar donde el aroma
que huele a fiesta del corazón
llene todos los rincones.