Desde la címa de la montaña miró las luces encenderse de la gran ciudad, a unos correr tras un pensamiento escapado en el mísmo momento en que pensaron que ser libres era cuestion de reyes; a otros, con sus ojos cuadriculados por el sueño todavía abrirsen paso entre sus propios temores de sus pasos. Muchos mas caminaban sin sentirsen ellos por que sus pasos se perdieron en el momento en que la sirena de la desigualdad tocó a sus puertas y les hicieron creer que asi es la vida. No dejó de pensar en su ciudad sin luz y sin su gente hasta cuando apareció la noche vestida con el preâmbulo del grito callejero y la oscuridad enredarse en un manto negro sobre el frio cemento de las calles y los techos de las casas. Vio como la noche cabalgaba con los sueños de los habitantes en pequeñas canoas rumbo al mar y no pudo evitar comerse su propia mirada antes de ahogarse en esos oscuros pensamientos que le estaban comiendo el alma