¡Ay, amigos, ay!
¡Que malito
el tren estaba
subidito a la cama!
Las enfermeras
eran anuncios
de carretera
con corazón
de manzana.
Le cuidaban muy bien.
He sido testigo.
El médico
-viejo ferroviario
jubilado-
me confirmó
con gesto
preocupado
lo que todos
temíamos.
¡Ay, mi tren querido!
Pesan los kilometros
y el cielo abarrotado
de mil nubes,
pero más cansa
-yo te creo-
el peso de quienes
de un lugar a otro
has llevado.
Deja.
Te ayudo a dar la vuelta.
El techo
de tanto mirarlo
ya solo es pantalla
de lo que has vivido
y soñado.
Subir monte arriba
¿te acuerdas?
Despreocupadamente
al Sol despertando.
¿Qué si te curarás?
Sí, claro.
Muy pronto harás la corte
al ancho campo,
y cogerás lirios blancos
para niñas buenas
que pasan malos tragos.
"Aún soy necesario",
me decía por lo bajo.
¡Qué malito estaba el tren!
¡y era tan sabio!