FÁBULA DE LA TORTUGA Y EL COCODRILO
Para Jairo (cocodrilo) y Victoria (tortuguita)
Allende el Valle donde el Cauca corre,
en las laderas del majestuoso río
retozaba un cocodrilo
medio triste, medio hundido
entre las cantarinas aguas.
De la ribera entre las salvajes breñas
una tortuguita inocente caminaba,
en su afán de cruzar el río
sin encontrar un vado, un remanso,
al cocodrilo sus miradas daba.
Si este amigo me ayudara, se decía,
al otro lado sin mojarme llegaría;
hacíale señas de una y otra forma,
le gritaba, le silbaba, le llamaba,
en todos los tonos y maneras.
Mas este, abstraído en su placentero baño,
no atisbaba de la orilla las malezas
y chapoteando continuaba, entretenido,
de arriba abajo por el fugaz torrente,
sin parar mientes en su amiga.
De pronto, tortuguita da un mal paso
y al agua cae entre las revueltas olas,
cocodrilo, que se percata, da una vuelta
sobre sí y se abalanza río abajo,
con sus fauces bien abiertas.
La coge de una pata y en un santiamén
sobre su lomo la cabalga presto.
¡Qué susto, por Dios!, tortuga dice,
y se agarra cual felino con sus uñas
a la endurecida espalda de su amigo.
Un tortugo viejo, que a lo lejos dormitaba
observando el correr del agua, silencioso,
esto aprecia y en vano trata de salvarla;
acezante a la orilla llega, pero en vano,
ya no alcanzan sus fuerzas ni su tiempo.
¡Cocodrilo!, dice. Gracias, te la encargo,
es mi mejor don, mi mayor tesoro,
llévala a seguro puerto y cuídala.
Hace un ademán y los bendice
viéndolos alejarse por el ancho cause.
Tortuga y cocodrilo se pierden a distancia
entre los juncos, las rocas y peñascos
del Cauca, que raudo se los lleva
a gozar de lo que la vida les depara
por los cuatro vientos y los siete mares.
Por eso, si usted acierta a verlos que por allí pasan
tan felices, no se le haga raro, ni se asombre,
que llevan la bendición de un tortugo viejo y sabio
que allá en la orilla se quedó perplejo
mirando el eterno discurrir del tiempo.