José Jacinto Corredor Cifuentes

FÁBULA DE LA TORTUGA Y EL COCODRILO

FÁBULA DE LA TORTUGA Y  EL COCODRILO

 Para Jairo (cocodrilo) y Victoria (tortuguita)

 

Allende el Valle donde el Cauca corre,

en las laderas del majestuoso río

retozaba un cocodrilo

medio triste, medio hundido

entre las cantarinas aguas.

 

De la ribera entre las salvajes breñas

una tortuguita inocente caminaba,

en su afán de cruzar el río

sin encontrar un vado, un remanso,

al cocodrilo sus miradas daba.

 

Si este amigo me ayudara, se decía,

al otro lado sin mojarme llegaría;

hacíale señas de una y otra forma,

le gritaba, le silbaba, le llamaba,

en todos los tonos y maneras.

 

Mas este, abstraído en su placentero baño,

no atisbaba de la orilla las malezas

y chapoteando continuaba, entretenido,

de arriba abajo por el fugaz torrente,

sin parar mientes en su amiga.

 

De pronto, tortuguita da un mal paso

y al agua cae entre las revueltas olas,

cocodrilo, que se percata, da una vuelta

sobre sí y se abalanza río abajo,

con sus fauces bien abiertas.

 

La coge de una pata y en un santiamén

sobre su lomo la cabalga presto.

¡Qué susto, por Dios!, tortuga dice,

y se agarra cual felino con sus uñas

a la endurecida espalda de su amigo.

 

Un tortugo viejo, que a lo lejos dormitaba

observando el correr del agua, silencioso,

esto aprecia y en vano trata de salvarla;

acezante a la orilla llega, pero en vano,

ya no alcanzan sus fuerzas ni su tiempo.

 

¡Cocodrilo!, dice. Gracias, te la encargo,

es mi mejor don, mi mayor tesoro,

llévala a seguro puerto y cuídala.

Hace un ademán y los bendice

viéndolos alejarse por el ancho cause.

 

Tortuga y cocodrilo se pierden a distancia

entre los juncos, las rocas y peñascos

del Cauca, que raudo se los lleva

a gozar de lo que la vida les depara

por los cuatro vientos y los siete mares.

 

Por eso, si usted acierta a verlos que por allí pasan

tan felices, no se le haga raro, ni se asombre,

que llevan la bendición de un tortugo viejo y sabio

que allá en la orilla se quedó perplejo

mirando el eterno discurrir del tiempo.